martes, 17 de noviembre de 2015

CARTONEROS DE LA NOCHE

Camino, huellas de lodos,
tanta injusticia que azota
con vientos huracanados
y el sol que recién asoma.

El reloj marca las diez,
no se escucha ningún ruido,
casas de cartón y chapas,
los niños ya se han dormido.

Camino, huellas de lodo,
caballo, carro, silencio;
cartoneros de la noche,
duermen merecido sueño.

Dormidos los cartoneros,
la pobreza los abriga
cada día de sus vidas
preparando los aperos.

Dolor y olor de pobreza
una lágrima me arrancas,
¿cuándo vendrá la justicia
trayendo alivio a sus almas?

Camino, huellas de lodos,
tanta injusticia que azota,
con vientos huracanados
y el sol que recién asoma.

Silente chapa helada
el frío se ha dormido,
el sol está asomando

el viento ya se ha ido.

María Elena Napione Bergé
Seleccionada como finalista en el 14º Certamen Internacional de Poesía y Cuento. Género Poesía. 
Ediciones MIS ESCRITOS. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina, 7 de noviembre de 2015.


martes, 25 de agosto de 2015

MI CUADERNO DE PAPEL ARAÑA AZUL: un homenaje a la amistad infantil






Hacía muy poco tiempo que me había mudado a mi nueva casa y aún quedaban varias cajas cuyo contenido debía ordenar.
Una tarde me dispuse a hacerlo. Pero al abrir la primera caja, estaba allí, como pidiéndome que lo leyera. Sí, era un cuaderno con aquel familiar papel araña azul.
Pero, ¿de quién era ese cuaderno? No recordaba haber tenido un ejemplar igual en mi vida.
Intrigada por su contenido decidí postergar el orden previsto para ver de qué se trataba. Supuse que me encontraría con alguna pista para saber quién era su dueño o dueña.
Al abrirlo apareció la primera hoja en forma de carátula que decía: MI DIARIO. Reconozco que me invadió una gran curiosidad.
¿De quién era este diario? ¿Por qué estaba en una de mis cajas? ¿Quién lo había dejado?
Fue así que empecé esta lectura. Se trataba del diario de una niña, cuyo contenido comenzaba de esta manera: “Si alguna vez, alguien encuentra mi diario y no sabe cómo devolverlo, le pido que lo guarde como si fuera algo suyo. Lo esconderé en esta caja porque sé que viajará muy lejos, y sólo quien la abra conocerá esta historia. Me gusta inventar historias pero también juegos.  Me gusta jugar con mis amigas todas las tardes, cuando regreso de la escuela”.
Se trataba de una niña de 11 años que también se había mudado alguna vez a otra casa cuando tenía 8 años.
A medida que iba leyendo, cada vez más me atrapaba su narración. Entonces, decidí que otro día ordenaría las cajas. Estaba ante una historia que no podía dejar de leer.
Esta niña había escrito ese párrafo y era yo quien estaba conociendo esta historia. Me sentí muy conmovida pero además, tenía un gran deseo de leer su diario.
Busqué rápidamente su nombre entre las páginas del cuaderno azul. Quería saber cómo se llamaba su autora.
Fue en la página número cuatro que encontré su nombre en el momento en que ella decía:
― Me llaman Chalela. Es un nombre que me gusta.
Es decir, que no era su verdadero nombre. Era un nombre prestado, como si fuera el de una artista de teatro.
Continué leyendo. “En aquel barrio jugaba con mis amigas. A veces éramos cinco, siete o diez amigas. Nos reuníamos todas las tardes, después de merendar con café con leche, pan con manteca y mermelada o dulce de leche. Nos gustaba jugar, cantar y nos reíamos mucho”.
Adriana era su mejor amiga, en aquel barrio donde Chalela vivía.
“No iba conmigo a la escuela. Ella iba a otro colegio. Pero todas las tardes nos reuníamos delante de su casa, en la vereda, en el porche de su casa o en el mármol blanco de la ventana a la que nos trepábamos para sentarnos”, relata Chalela.
Aquella niña era su mejor amiga pero también, la más linda del barrio. Su cabello era largo y negro. Sus ojos eran de color azul cielo. Cumplía años el primero de junio.
El hermano de Adriana se llamaba José Luis. Cada vez que veía a Chalela, le sonreía y le decía: “Hola, ¿cómo te va, Chalela?” Y fue así que comenzaron a llamarla por este nombre. “A mí me gustaba mucho. La mamá de Adriana nos contaba muchos cuentos y el Pulqui dormía a nuestro lado. El Pulqui era un hermoso perro pelirrojo”.
El diario de Chalela estaba ilustrado con figuras recortadas, como si fuera un álbum de fotos. Aparecía un recorte de la revista Billiken, que se publicaba por aquella época, donde lucía la figura de un perro pelirrojo, cruza de Samoyedo y Chow Chow que, supongo, era parecido al Pulqui.
Por su relato, se notaba que Chalela le tenía mucho cariño a esta familia y por supuesto, al Pulqui.
Uno de los lugares predilectos de Chalela era el patio de la casa de la familia de Adriana.
¡Es increíble ver las ilustraciones de tantos árboles en el diario de esta niña! Más que un patio, parecía un jardín con frutales.
“Desde el centro de este gran patio, yo podía mirar todos aquellos árboles. Un ciruelo a mi izquierda, con sus ramas cargadas de frutos, al lado de un pequeño estanque con agua. Yo imaginaba que había pequeños peces de color naranja. En aquel otro rincón estaba el limonero, que en primavera, me daba su hermoso perfume”, relata la niña.
Este limonero era inspiración de Chalela y Adriana que le cantaban aquella canción como si él pudiera escucharlas:
“Estaba la paloma blanca, sentada en el verde limón,
con el pico cortaba la rama, de la rama cortaba la flor.
¡Ay, ay, ay!, cuándo veré a mi amor.
Me arrodillo a los pies de mi amante,
me levanto, constante, constante.
Dame la mano, dame la otra,
dame un besito sobre mi boca.
¡Pero no, pero no, pero no!,
porque me da vergüenza.
¡Pero sí, pero sí, pero sí,
porque te quiero a ti!”
Otro árbol cobijaba a Chalela y a su amiga. Era un alto damasco que con el tiempo fue retirado del lugar.
“No sé qué pasó. No lo supe nunca. Lo arrancaron de su cantero. Aquí cerca estaba el galponcito al que trepábamos subiéndonos a su techo para mirar el patio vecino”.
Chalela y Adriana pisaban suavemente sobre la chapa de zinc del pequeño y viejo galpón porque temían que se hundiera. Ese día, la naturaleza las sorprendería.
“¡Qué contenta me puse cuando encontramos aquellos huevos! Habíamos escuchado que cuando una gallina cacarea, pone huevos”. Y así fue. Aquella gallina, de plumaje rojizo[1], cacareaba y las miraba desde el borde de la pared. El galponcito estaba junto a la pared que lindaba con el patio de unos vecinos donde había un gallinero, en cuyo techo vieron aquellos huevos. “¡Fue como encontrar un tesoro! Los tocamos. Estaban calentitos”, relata Chalela, una niña pelirroja, de ojos muy grandes y con una gran sonrisa. La pude conocer a través de una fotografía que llevaba su nombre y que encontré en una de las páginas del cuaderno azul.
Pero prosigamos con la historia. Estas dos niñas habían entrado en la casa del vecino, a través de un techo y sin permiso, llevadas por su curiosidad y sorpresa.
Después de un  largo rato, en el que ya no se escuchaban sus voces en el patio, Adriana exclamó:
― ¡Bajemos rápido! Me parece que mi mamá se ha dado cuenta que nos hemos subido al techo del galpón y nos retará.
Fue la primera en bajar del techo. Cuando Chalela se disponía a hacerlo, su amiga retiró la escalera porque vio que su madre salía de la casa.
Chalela se desesperó y con voz muy baja, le dijo:
― ¡Adriana, no me dejes aquí arriba! 
Su amiga no respondió y se acercó a la casa.
Así fue que Chalela se quedó escondida detrás de unas ramas del limonero que estaba al lado del pequeño galpón. Estaba un poco asustada porque no era muy seguro estar ahí arriba. En ese momento pensó: “¿Cuándo podré bajar? No tendríamos que haber subido. Pero, ¿por qué Adriana me quitó la escalera?”
Fue así que Chalela recordó que podría usar su habilidad como trepadora de árboles. El galponcito estaba justo al lado del limonero. Y entonces, pensó bajar a través de sus ramas.
―  ¡Ay! ¡Tiene espinas! ― susurró Chalela, sintiendo el dolor del pinchazo.
― No podré bajar por aquí ― agregó en voz baja.
Miró a su izquierda y se encontró con el damasco. Sonrió.
― ¡Podré bajarme! ¡Gracias, arbolito!
Se tranquilizó porque este árbol le prestaba una fuerte rama como si fuera un brazo y así, muy despacio pudo deslizarse y bajar. Por fin bajó a tierra firme, mejor dicho, al piso de ladrillos que tenía el patio.
Pero de repente, Chalela sintió que alguien estaba detrás de ella y que una voz le decía:
― ¿Dónde estaban? ¿Qué hacés Chalela bajándote por este árbol? Era la mamá de Adriana que había descubierto a las niñas en aquella aventura.
Chalela, roja de vergüenza, no sabía qué decir. Pensó: “¿Qué pasará? Doña Elisa es muy buena. ¿No podré venir más a jugar con Adriana? ¿No nos contará más cuentos?”
Ahora podía entender porqué Adriana había quitado la escalera rápidamente. No quería que su madre se enterase de esta aventura tan riesgosa. 
― Sigan jugando, pero en el patio. ¡No, en los techos!” ― dijo Doña Elisa.
Entonces, riendo y corriendo tomadas de la mano, volvieron a jugar en el patio.
Ese día, se encontrarían con otra sorpresa. En el rincón donde comenzaba aquel largo cantero, algo se movía. Era pequeño pero llamaba la atención. Salía debajo de unos ladrillos que estaban húmedos y sueltos, a diferencia del resto del piso del patio.
“Estábamos muy quietas esperando saber de qué se trataba”, relata Chalela.
De repente pudieron verlo.
― ¡Es un alacrán!”, dijeron asustadas.
“Era la primera vez que veíamos uno. Salía de aquel rincón húmedo”.
― ¡Cuidado. No lo toqués! ¡Te puede picar! ― me gritó Adriana.
Las dos niñas corrieron rápidamente a la casa para contarles a los padres de Adriana.
“Estábamos asustadas”. La madre de Adriana calmó a las niñas y les dijo:“¡Tengan cuidado, no se acerquen!”
El susto duró poco. Adriana y Chalela volvieron a jugar en el patio. Se sentían cuidadas, sin alarmas ni gritos.
― Adriana, ¡qué olor fuerte tiene esta planta! ― dijo Chalela.
― Es una planta de ruda ― respondió Adriana. La aromática planta se encontraba en el cantero central del patio.
A lo largo de una de las paredes medianeras pintada de blanco, había otro cantero donde lucía una imponente hortensia con grandes flores de color lila.
Una de las hermanas de Adriana se llamaba Raquel. Era una jovencita que parecía  preocupada por el comentario de una vecina supersticiosa del barrio, quien había dicho que si se plantaban hortensias, las mujeres solteras que vivían en esa casa no se casarían.
Pero a Chalela le importaba muy poco hablar de casamiento porque había visto llegar a Sofía y  a Susana. Ya había suficiente público para comenzar la función.
“¿Vendrán Mirta y Cecilia?”, pensó Chalela.
Estaban al final del cantero, allí donde comenzaba el hermoso patio de frutales. “Allí había una parra que se enredaba y subía. Nos servía de techo para que pudiéramos colocar algunas sillas para nuestro teatro”.
Este lugar era una de las entradas a la casa. No tenía puertas ni ventanas, sino que era una galería con aberturas cubiertas por cortinas de lona a rayas naranja y verde.
En esta casa, Chalela realizaba actuaciones teatrales ante sus amiguitas pero también, cantaba tangos a pedido de los adultos que vivían en la casa. “La cortina de lona a rayas, naranja y verde, era el telón y detrás teníamos un lugar para ensayar y vestirnos. Nos inventábamos las obras de teatro de cada día”.
Aquella tarde, la función iba a comenzar.
― ¡Apúrate Adriana, que ya están sentadas las chicas! ¡Empecemos!
― Ya voy.
Chalela estaba muy atenta como una artista que va a iniciar la función.
Una de ellas anunciaba la función y la otra actuaba o bien, se anunciaba desde atrás del telón y actuaban las dos. Las funciones no se suspendían por lluvia o por frío. Había teatro al aire libre o bajo techo. “Teníamos la galería”, dice Chalela.
Esa tarde apareció la música en el pequeño escenario debajo de la parra.
Cantaron “Señorita luna; “Marcianita” y al final de esta obra musical, interpretaron “Pity, Pity[2]”.
Era viernes a la tarde. Una vez finalizada la función, las amiguitas de Adriana y Chalela se marcharon. La madre de Adriana llamó a las dos niñas a merendar un rico café con leche con pan, manteca y dulce de leche. Cuando terminaron de merendar en la gran cocina, salieron a la galería mientras la hinchada tanguera invitaba a Chalela a cantar.
El público estaba sentado frente a aquella alta cortina que dejaba por detrás un escenario.“El escenario para nuestras funciones de invierno”, relata Chalela.
La niña sonrió. Y comenzó a cantar:
“Adiós, muchachos, compañeros de mi vida,
barra querida de aquellos tiempos.
Me toca a mí hoy emprender la retirada,
debo alejarme de la vieja muchachada…”
Y siguió cantando, mientras los adultos y su amiguita Adriana aplaudían su actuación.
A Chalela le gustaba escuchar el Glostora Tango Club, un programa de LR1 Radio El Mundo. Era admiradora de la orquesta de tango de Juan D’Arienzo, que actuaba en este programa.
Cada vez que esta orquesta actuaba en uno de los clubes de su ciudad ― el Sport Club Cañadense ― le pedía a su madre que la acompañara a escuchar a “El Rey del Compás”, que así lo llamaban. Mucha gente disfrutaba del espectáculo musical dentro del recinto del club, sentada cómodamente en sillas de madera pero otras, entre las que se encontraba Chalela y su madre, también podían escuchar los tangos instrumentales y los cantados por Jorge Valdez y Mario Bustos desde la calle Necochea, entre Irigoyen y Moreno. Mucha gente se reunía delante de la entrada del club. Una larga pared blanca y dos portones de hierro pintados de celeste recordaban los colores de nuestra bandera nacional. Y el público, dentro y fuera del club, disfrutaba de nuestra música popular.
Chalela sonreía, viendo el escenario y escuchando la orquesta, parada y a veces en puntas de pie, sobre el mármol de la ventana de una casa, frente al Sport Club. Estaba feliz. Esa noche se iría muy contenta a dormir, acompañada de la música de violines, bandoneón, contrabajo y piano. “El Rey del Compás” movía aquella varita con su brazo derecho, como si con cada movimiento les regalara las notas a los músicos, que interpretaban aquellos tangos inolvidables.
El viaje por los recuerdos encontró la voz de la mamá de Adriana, quien después de la interpretación de Chalela, las invitaba a sentarse junto a ella en el taller de reparación de zapatos de su marido. Mientras cebaba mate, como cada atardecer, les contaría un cuento. Doña Elisa era una gran cuentista. Los cuentos de suspenso eran los más emocionantes.
Fue pasando el tiempo y comenzó a anochecer. Chalela debía regresar a su casa, que estaba a media cuadra de distancia. Sus padres estarían preocupados.
Al día siguiente, Chalela se levantó a las nueve de la mañana, pensando en que iría a casa de Mirta. Era otra  de sus amiguitas. Era más alta que ella y también tenía el cabello negro como Adriana y sus ojos eran muy grandes y oscuros, con largas pestañas. “En su casa, que era pequeña, había dos patios”, comenta Chalela.
Se podía ver a las dos niñas en el patio del fondo, al lado de aquel árbol cuyo tronco llamaba la atención por su corteza de color gris plateado brillante, que cada verano, les regalaba sus sabrosas y dulces brevas.
“Las ramas de la higuera eran como dedos de bruja”, escribe la niña, pero no asustaban a las niñas que disfrutaban de estos dulces frutos, verdes por fuera y muy rojos por dentro, con una pulpa que se deshacía en sus bocas.
En la escuela, habían aprendido una poesía que ellas repetían al lado del árbol. Chalela la escribe y también nos da el nombre de la autora. “Se llamaba Juana de Ibarbourou”. En el cuaderno azul estaba escrito el poema dedicado a este árbol, que comienza así: 
"Porque es áspera y fea,
porque todas sus ramas son grises
yo le tengo piedad a la higuera…”
Pero el hula hula[3] y el juego de las diez hermanas las esperaban en la vereda[4] de la casa de Mirta.
Así fue como ese sábado a la mañana atravesaron el pasillo que unía el patio del fondo con la puerta de calle. Antes de abrir la puerta, miraron el rincón del patio ubicado delante de la casa. Era muy pequeño, con piso de tierra y un cantero a su alrededor. En ese lugar, se encontraba un hermoso arbusto llamado granado, lleno de frutos. “Su cáscara era un poco dura y tenía como una coronita de reina. Rompíamos la cáscara y aparecía como una tela blanca, muy fina y después unos granos muy rojos y dulces”.
Aquel tesoro de perlas rojas y dulces era un verdadero manjar, que no sólo calmaba el apetito de aquellas niñas sino que también pintaba sus labios de color carmín.
Finalmente abrieron la puerta de calle. En la vereda las esperaban tres amigas: Cecilia, Sofía y Mónica. Esa mañana decidieron jugar a las diez hermanas, abandonando el hula - hula.
Mirta comenzó a jugar. “Era la que jugaba mejor. Llegaba a las diez hermanas sin perder”, relata Chalela.
Le tocó a Cecilia. Hizo tres pasos y…
― ¡Ay, se me fue!
Se rieron y siguió jugando Sofía, que si bien era bajita, tenía mucha fuerza y acertaba los pasos. Empezó a jugar hasta que…
― ¡Uy, me equivoqué! ¡Este paso no es el ocho!
Le tocó a Mónica, con tan mala suerte que se le escapó la pelota en el primer paso.
Era el momento en que le tocaba a Chalela que estaba muy atenta para participar en el juego. Pero fue imposible. “Cuando me tocaba a mí, apareció mi mamá que me venía a buscar porque era la hora de comer”, relata. “Tu papá ya llegó de trabajar. Vamos a comer”. Quería continuar jugando pero sabía que a la tarde y también a la noche habría otra oportunidad de encontrarse. Sin embargo, dirigiéndose a sus amigas les dijo: ― “¡Ufa! Me voy a comer. Chau. Después vengo”.
Ese sábado siguió siendo un día de sol. Sobre las cinco de la tarde, empezaron a reunirse delante de la casa de Adriana. Las niñas del barrio llegaban de diferentes direcciones. La casa de Adriana estaba a mitad de cuadra. Los juegos comenzaban  nuevamente. De repente se escuchó la voz de Chalela:
― ¡Juguemos al viejito de la vereda!
― ¡Siií!!! ― respondió el grupo de niñas a coro.
― ¿Quién hace de viejito? ¿Sorteamos?
Se miraron.
― No hace falta. Seré yo ― dijo Sofía. Entonces, comenzó el juego.
Adriana buscó una tiza y marcó el límite que separaba el espacio del viejito de la vereda del resto del grupo.
― Dejanos estas dos hileras de baldosas”, dijo Mónica.
― Sí, ya lo sé”, contestó Adriana, un poco molesta por la indicación de Mónica.
Eran las dos últimas hileras de baldosas, que se continuaban luego con el cordón de la vereda y la calle.
― Ya está. Juguemos― dijo Sofía.
Enfrente de la casa de Adriana vivía Doña Matilde, quien miraba jugar a las niñas apoyada en una de las ventanas de su casa. “Nos avisaba si venía algún coche”, comenta Chalela. Si bien las calles estaban asfaltadas no eran muchos los coches. Pero también circulaban bicicletas, motonetas y algunas motos.
 El juego entusiasmó a las niñas. Sofía corría de una punta a la otra de la vereda.
Se escuchaba en forma repetida y casi como un coro entre risas y gritos: “El viejito de la vereda, con chupete y mamadera”, mientras las niñas atravesaban aquel límite marcado con la tiza. Jugaron un largo rato mientras el personaje del viejito de la vereda iba cambiando. “Sofía atrapó a Adriana y ella a mí”, dice Chalela.
Luego de un rato, un poco cansadas, algunas niñas se sentaron en el umbral de la casa y otras en el piso de la vereda formando una rueda.
En ese momento pasó Héctor, un joven que era amigo de José Luis, el hermano de Adriana, quien mirando a las niñas las saludó con un “¡adiós lindas margaritas!”
Las niñas sonrieron. Y el saludo  de Héctor se transformó en un sueño que empezaron a tejer muy divertidas. Se atropellaban al hablar y se reían, mientras se escuchaban diferentes propuestas. De pronto, Mónica levantó los brazos y con la cara radiante, dijo: 
― ¡Podríamos hacernos un disfraz de margaritas con papel crepé!
― ¡Siií! Y la pollera con pétalos blancos y el cuerpo amarillo ― agregó Mirta.
― Le pedimos el camión a Héctor para armar la carroza. Él nos puede llevar ― añadió Chalela.
Faltaba muy poco tiempo para Carnaval. Pero también, en aquella pequeña ciudad, durante la noche de cada veintiuno de setiembre se realizaba un desfile de carrozas presentadas por vecinos de diferentes barrios.
Quizás aquellas niñas tenían un sueño: participar en la farándula – que así se llamaba - y ganar un premio.
Chalela y sus amiguitas se veían vestidas con una pollera de pétalos blancos y un corsé de color amarillo, que representaba los estambres de esta hermosa flor. Y se llamarían “Las margaritas de la calle Necochea”. Así se puede leer en el diario de Chalela.
Adornarían el camión con guirnaldas de papel crepé  combinado el color blanco con el amarillo y el color amarillo con el verde. Emocionadas e ilusionadas con la idea, siguieron hablando, pero esta vez, de una manera un poco extraña…
¿Qué pasaba con esta escritura? No entendía aquellas frases que había escrito Chalela.
Sin embargo, continué leyendo y me di cuenta que se trataba de una forma de hablar secreta, que utilizaban entre ellas.
― Mepe vopo ypi ― dijo Cecilia.
― Chapa upu, Cepe cipi lipi apa ― contestó Chalela.
― Yopo mepe vopo ypi, tampa bipi énpe ― agregó Fina.
― Apa lapa nopo chepe nospo vepe mospo ― dijo Nina.
― Yóforo ífiri réfere afara lafara esfere quífiri náfara ― añadió Adriana.
Se escuchó una gran carcajada.
― ¡No lo entiendo! ― dijo Luisa.
― Te lo explico ― contestó Mirta.
― Es fácil ― agregó Susana.
― Sipi ― dijo Mónica.
― Sífiri― añadió Sofía.
Estas dos nuevas formas de hablar de estas niñas me produjeron curiosidad. Y fue así, que comencé a leer con mayor detenimiento porque quería descubrir qué era esto.
Leí y releí esta parte del diario de Chalela. “Es jeringozo[5]”, dice Chalela.
Aquellas niñas eran muy ingeniosas. Tenían dos maneras de hablar. De pronto pensé que si continuaba leyendo el diario de Chalela y no traducía la conversación en jeringozo, no sabría qué habían querido decir con esas frases que no entendía. Entonces, decidí escribirlas en un papel y seguir la explicación de Chalela para traducirla al castellano.
Lo primero que hice fue leer la explicación de Chalela.
Ahora sí podía traducir el diálogo de las diez niñas, que Chalela había escrito en su diario.
¿Hacemos la prueba con un papel y un lápiz? ¡Es un juego divertido!
Fue así que llegó el anochecer y las madres se fueron acercando para que cada niña regresara a su casa.
“¿Esta noche vamos a la esquina de la casa de Nina?”, preguntó Mónica.
No se hizo esperar la respuesta. “¡Siií!”, dijeron todas, sonriendo.
Cada una regresó a su casa. Era la hora de la cena. Pero nuevos encuentros y juegos las esperaban, durante esas vacaciones de verano.
Ese verano pasó. Los años también pasaron. Chalela creció. Y ahora mira otro patio donde dos niñas juegan tirando una pelota sobre el balcón de su casa. Se ríen, se divierten y en aquel barrio se repiten historias de cinco, siete o diez niñas que también juegan en la plaza pequeña a la vuelta de su casa, como si ésta fuera la esquina de Nina, la esquina de las noches de verano. A veces se toman de la mano y comienzan a girar mientras se las escucha cantar:
“Sobre el puente de Aviñón, todos cantan, todos bailan,
Sobre el puente de Aviñón, todos cantan y yo también.
Hacen así, así las lavanderas,
Hacen así, así me gusta a mí”.
Y leyendo, leyendo, el tiempo fue pasando.
Cierro por hoy el diario de Chalela. Sé que mañana entraré nuevamente en su mundo,  con nuevas canciones y juegos.
¡Hásfara táfara máfara ñáfara náfara, áfara mífiri guífiri tásfara!


María Elena Napione Bergé
25 de agosto de 2015


[1] Raza Rhode Island Red.
[2] Dos de estas canciones fueron interpretadas por Billy Cafaro a finales de la década de 1950.
[3] Es un juego que consiste en hacer girar un aro alrededor de la cintura o de otro miembro del cuerpo como brazos o piernas.
[4] Juego con una pelota mediana de goma. Cada participante debe realizar diez movimientos diferentes ya establecidos. Si se equivoca en alguno, continúa el siguiente compañero o compañera. Gana quien realiza correctamente y en orden los diez movimientos.
[5] Después de cada sílaba se agrega la letra p y una vocal igual a la de la sílaba de la palabra elegida. Ej.: casa, en jeringozo es capa, sapa.
También se utiliza otra forma en que la palabra elegida se separa en sílabas. A cada sílaba se le agregan dos nuevas sílabas formadas por dos consonantes, la f y la r, con la misma vocal de la sílaba elegida. Se acentuará la primera sílaba de la nueva palabra formada.
Ej.: chau en esta modalidad del jeringozo se dirá: cháfara, úfuru. En la otra modalidad se leerá: chapa, upu.

viernes, 14 de marzo de 2014

EL OPORTUNISMO COLONIAL Y LOS CIPAYOS

¡NO SEAMOS INGENUOS HISTÓRICOS! ¿Por qué el primer ministro de Gran Bretaña propone a personajes políticos como Macri o Massa (son de Buenos Aires) para “negociar” por Malvinas en este momento? Porque "a río revuelto, ganancia de pescadores".
Le da lo mismo quien sea, uno u otro. Si se tratara de una verdadera intención de diálogo, no sería tan impertinente de ir por los fondos de la casa.
El verdadero diálogo va de frente y aquí el frente es nuestro gobierno nacional elegido democráticamente. David Cameron es un político neoliberal conservador inglés.

¡NO SEAMOS INGENUOS HISTÓRICOS! ¿Quiénes son los neoliberales conservadores en nuestro país? Los cipayos. Aquellos que en las invasiones inglesas recibieron en sus casas a los oficiales ingleses vencidos. Los que reniegan de nuestra Patria. Y decir reniegan de nuestra Patria es decir exclusión: son los que consideran que con el poder del dinero pueden conseguir lo que quieren hasta traicionar a nuestra Patria.Para ellos sólo se trata de negocios.

¡NO SEAMOS INGENUOS HISTÓRICOS! Miremos qué acontecimiento histórico está ocurriendo en nuestro país. Sí, la lucha de los docentes. Los docentes que quieren un salario digno. Desde hace tantas décadas  los verdaderos sindicalistas están luchando poniendo el cuerpo, el compromiso junto a los trabajadores de la educación que auténticamente los acompañan con su participación activa. Y también existen otros a los que les molesta la condición de trabajador de la educación ¡pero lo son! y se benefician de esa lucha sin dar la cara.

¡NO SEAMOS INGENUOS HISTÓRICOS! Dentro de este colectivo como en otros (salud, justicia, etc.) están los que no tienen problemas para llegar a fin de mes. 
Existe una clase media que fue “amaestrada y adoctrinada”, alienada, fascinada por los verdaderos cipayos que viven en nuestro territorio, que se apropiaron de las tierras, que tienen responsabilidad con golpes y genocidios habidos en Argentina, y que históricamente diezmaron la población de pueblos originarios y libertos por Don José de San Martín, al igual que obreros extranjeros llegados por el hambre europeo a nuestras tierras, explotados por las oligarquías terratenientes, frigoríficos e industrias manufactureras para la exportación inglesa. Y si no, recordemos la red ferroviaria argentina que confluye en el puerto de Buenos Aires. Recordemos  a nuestros hacheros explotados. No eran de Buenos Aires, sino del interior de nuestro país. Y si no ¿ por qué esta división: Buenos Aires y el interior del país? Buenos Aires es la típica cabecera del neocolonialismo inglés. 

Sé también, como argentina, que en Buenos Aires viven verdaderos patriotas que defendieron y defienden la verdadera bandera de nuestro país: la azul y blanca.

¡NO SEAMOS INGENUOS HISTÓRICOS! Ni permitamos que nos sigan alienando con consignas falsas. Defendamos lo nuestro. 

No podemos negar que en esta década ganada se han logrado condiciones laborales dignas en Educación. 
Y EN ESTE CAMINO ESPERO:
QUE LOS COMPATRIOTAS DOCENTES LLEGUEN A UN BUEN PUERTO DE EQUILIBRIO ENTRE SU FUNCIÓN DOCENTE Y CONDICIONES SALARIALES DIGNAS.

lunes, 23 de diciembre de 2013

¡FELICES FIESTAS! ¡FELIZ AÑO 2014!


Queridos compatriotas

¿Te preguntaste alguna vez porque renegás de tu condición de argentino?
Y si no te lo preguntaste y sentís que te estoy acusando: disculpame.
Lo aprendí desde chiquita, entre historias ancestrales de injusticia y necesidad,
Quizás por eso no me entendás demasiado o no te importe lo que piense.

Si algo extraño de mi país, son a los amigos y amigas.
Sí, aquellos con los que tomaba mate, un café y reíamos de cualquier tontería.
Sí, charlando con ellos – aunque sé que a veces no estaban de acuerdo conmigo y me respetaban manteniéndose en silencio –.

Hoy no puedo estar en mi país. Se me hace imposible. Y no sé cuándo volveré.
Cada día es más difícil.
Sin embargo, a la distancia disfruto de que Argentina esté mejor.
No te quejés del gobierno. Luchá si querés algo mejor, pero no copiando lo de afuera,
si no recuperando cosas nuestras.
¿Qué le viste a los norteamericanos o a los europeos? Son seres humanos como vos, pero con una gran diferencia, no están acostumbrados
a pensar en el NOSOTROS sino en primera persona.
Y cuando van por la calle, no te dirán disculpen, ni te pedirán permiso.
Salvo honrosas excepciones, un joven le cederá el asiento a una embarazada o persona mayor.
Es otra cultura y cada pueblo con la suya.
Por eso te pregunto: ¿quién te dijo que la cultura del norte es mejor que la nuestra?

No me gustan los oportunistas de ninguna parte.
No me gustan los mentirosos y embusteros.
No me gustan los especuladores.
No me gustan los transgresores.
Quiero vivir en mi país pero ahora no puedo.

Vos que vivís en Argentina: ¿por qué la criticás tanto?
Y si no lo hacés, ¿por qué te quedas en tu casa esperando
que las soluciones vengan de arriba?
¡Ah! te escucho que me decís que no estás de acuerdo conmigo
que vos estás trabajando para mejorar nuestro país. ¡GRACIAS!

¿Y vos? ¿Por qué mirás tanto a los de Buenos Aires?
Sus opiniones no son ni mejores ni peores.
Sabés que pienso: que lo económico caló tan hondo
que existen unos cuantos, que a veces son muchos,
que en lo único que piensan es en juntar plata y más plata.
Pero son los que tuvieron guita siempre desde que el país es nación.

¿Para qué tanta plata? ¿Para tener una casa en la Recoleta?
¿O para llevártela al camposanto?

Disculpen pero las oportunidades de tener un gran país
están dadas hoy.
No soy del partido del gobierno pero puedo valorar
las oportunidades actuales.

Mi deseo para este próximo año 2014 es:
"Tener un país más grande, con más trabajo, con más justicia,
con más educación, con más y más y que ese más
nos lleve a ser UNA GRAN ARGENTINA, INDEPENDIENTE Y SOBERANA,
defendida por la gran mayoría de PATRIOTAS que habitan el territorio argentino”.

¡FELICES FIESTAS! ¡FELIZ AÑO 2014!
UN GRAN ABRAZO

Malena

jueves, 27 de junio de 2013

REFLEXIÓN PRE-ELECTORAL

Como ciudadana argentina quiero compartir junto a Uds, mis compatriotas, algunas cuestiones que ya no me sorprenden.
Hace un tiempo venía pensando que algunos “políticos se apoltronan en sus sillones de cargo, miran lo que pasa a su alrededor, se sacan fotos y cuando uno observa atentamente que están haciendo, ve muy poco, porque hacen poco. Y esto se confirma con la queja de vecinos. Hablo de la verdadera queja, no de la queja tachín, tachín.

Surgen en mí varios interrogantes o cuestiones:
1.     ¿Por qué tengo que pagar con un porcentaje de mis impuestos el salario de ese señor o señora que se apoltrona en su sillón y no le importa lo que pasa con sus conciudadanos?

2.   Al escuchar con total desfachatez a un candidato que dice algo así: como no me dieron lugar en tal partido, acepté este otro que me ofrecieron. Y me digo: ¡No, conmigo que no cuente! ¿Un tipo que quiere entrar como legislador para pasarla bien? ¿Quiere trabajar de político para tener un reaseguro de un buen salario y una gran jubilación, pero que le da lo mismo estar con quien defiende un proyecto u otro? Bueno, esto es hipotético. Porque hasta el momento hay nombres de candidatos  y todavía no escuché una nueva propuesta sobre la que pueda debatir. Y ya esto me va confirmando: NO LES IMPORTA NADA EL PAÍS. SÓLO PIENSAN INDIVIDUALMENTE. SE BURLAN DE SUS PROPIOS COMPATRIOTAS. SÓLO LES INTERESA SER LEGISLADORES POR LA VENTAJA ECONÓMICA Y EL PRESTIGIO SOCIAL.

3.   Sólo existe una propuesta clara. Esté uno o no de acuerdo. Sólo existe un proyecto explicitado.

4.   Los demás candidatos ¿QUÉ PIENSAN? ¿DÓNDE ESTÁ LA ÉTICA DE ESTOS CANDIDATOS? Hasta que la realidad no me demuestre lo contrario, SU ACTITUD ES BURLONA, DESCALIFICADORA, DESCONSIDERADA con quienes ya los votaron.

¿ESTÁN TAN SEGUROS DE QUE LOS VAN A VOLVER A VOTAR?


5.    Por eso les pido queridos compatriotas que hagamos un EJERCICIO CÍVICO, libre de prejuicios
Pensemos en las generaciones que vienen y en el engrandecimiento de nuestra Patria. Nos merecemos una gran nación pero decidida por los argentinos.

LOS INVITO A UNA MATEADA REFLEXIVA.
NO PIENSEN EN SOLEDAD. COMPARTAN. DEBATAN. 
¡NO ACEPTEMOS CANDIDATOS PARÁSITOS!

LO APRENDÍ EN MI ADOLESCENCIA Y LO SIGO REPITIENDO CON MUCHOS AÑOS EN MI HABER:

¡EL PUEBLO ES EL SOBERANO! 
Y EL PUEBLO SOMOS CADA UNO DE LOS QUE TENEMOS IDENTIDAD ARGENTINA Y LA DEFENDEMOS.
QUIENES ACCEDEN AL PODER SON REPRESENTANTES DEL PUEBLO.

Y LOS RESULTADOS DE SU GESTIÓN SE VE EN LAS OBRAS QUE BENEFICIAN AL CONJUNTO DE LA POBLACIÓN Y AL PAÍS.

¡Un abrazo argentino!



lunes, 8 de abril de 2013

RELATO BREVE DEDICADO A MIS COMPATRIOTAS DAMNIFICADOS


Me quedé sin palabras al ver aquel hombre frente a mí. No entendía nada. Su cabeza cubierta con una farola llevando la luz de una vela. No entendía nada, pero poco a poco empecé a comprender. Fueron apareciendo otros hombres-farola.Muchos más. 
De pronto, en aquel barrio azotado por la inundación y el silencio, se escuchó al unísono, una exclamación de alegría: ¡volvió la luz!

María Elena Napione Bergé

MARIANO MORENO



" Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que se le debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas, y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos sin destruir la tiranía"
Mariano Moreno